Un Viaje por la Naturaleza

Había una vez un grupo de estudiantes de español que decidió hacer un viaje para conocer la naturaleza. Querían explorar bosques, lagos, valles y montañas, y aprender sobre el equilibrio natural entre plantas, animales y personas. Este es el relato de su maravillosa aventura.

Los Bosques 

El primer destino del grupo fue un bosque encantado. Al llegar, los estudiantes quedaron maravillados por la cantidad de árboles altos y robustos. Había robles, pinos y abedules, cada uno más impresionante que el anterior. Mientras caminaban por los senderos, escuchaban el canto de los pájaros y el murmullo de las hojas movidas por el viento.

El guía les explicó que los bosques son los pulmones del planeta. Los árboles absorben dióxido de carbono y producen oxígeno, esencial para la vida. También son el hogar de muchos animales, como ardillas, ciervos o zorros que observaban desde la distancia. El suelo del bosque estaba cubierto de una alfombra de hojas, hongos y pequeños arbustos que también juegan un papel crucial en el ecosistema.

Cada elemento del bosque tiene su lugar y su función. Las raíces de los árboles mantienen el suelo unido, evitando la erosión. Los animales ayudan a dispersar las semillas y polinizar las flores. Incluso los hongos tienen su tarea, descomponiendo la materia orgánica y devolviendo nutrientes al suelo. Todo está en equilibrio.

Los Lagos

Después de explorar el bosque, el grupo se dirigió a un lago cristalino. Al llegar, se encontraron con una vista impresionante: el agua reflejaba el cielo azul y las montañas circundantes. Los estudiantes se sentaron en la orilla, Naturalezaobservando cómo los peces nadaban bajo la superficie y las ranas saltaban entre los nenúfares.

El lago no solo era hermoso, sino también vital para el ecosistema. El guía explicó que los lagos actúan como reservorios de agua dulce, esenciales para la vida de todos los seres vivos. El agua del lago era clara y pura, hogar de muchas especies de peces como la trucha y el pez sol, así como de aves acuáticas como los patos y los cisnes.

Los lagos también regulan el clima local. En verano, ayudan a refrescar el aire caliente y en invierno, moderan las temperaturas extremas. Además, son un recurso importante para las personas, quienes pueden usar el agua para beber, regar cultivos y generar energía hidroeléctrica. Sin embargo, es crucial mantenerlos limpios y libres de contaminación para que puedan seguir cumpliendo estas funciones.

Los Valles

El siguiente destino fue un valle fértil, rodeado de colinas suaves. Al descender por el camino serpenteante, los estudiantes observaron campos verdes llenos de cultivos y pequeñas granjas. Los agricultores trabajaban en sus tierras, cuidando las plantas y recogiendo los frutos de su labor.

El guía explicó que los valles son muy importantes para la agricultura. La tierra en los valles es rica en nutrientes, gracias a los sedimentos que dejan los ríos y arroyos que fluyen a través de ellos. Estos nutrientes hacen que las plantas crezcan fuertes y sanas. En los valles, se cultivan todo tipo de alimentos, desde maíz y trigo hasta frutas y verduras frescas.

Los valles también son hogar de muchos animales domésticos como vacas, ovejas y caballos. Estos animales no solo proporcionan alimentos como leche, queso y carne, sino que también ayudan a los agricultores en su trabajo diario. Los estudiantes pudieron ver cómo las vacas pastaban en los campos y los caballos galopaban libremente.

Las Montañas

Finalmente, el grupo llegó a las majestuosas montañas. Las cimas nevadas y los picos escarpados ofrecían un espectáculo impresionante. A medida que ascendían por los senderos empinados, la temperatura empezaba a bajar y el aire se volvía más fresco. El paisaje era completamente diferente al del valle: menos vegetación, pero igual de impresionante.

El guía les contó que las montañas son el hogar de especies únicas de plantas y animales que se han adaptado a las duras condiciones. Vieron cabras montesas saltando entre las rocas y águilas volando alto en el cielo. Las plantas que crecen en las montañas, como los pinos enanos y los rododendros, son muy resistentes y pueden sobrevivir en suelos rocosos y con poca agua.

Las montañas también son muy importantes porque de ellas nacen muchos ríos. La nieve y el hielo de las cumbres se derriten durante el verano, alimentando los ríos que fluyen hacia los valles y los lagos, proporcionando agua a muchos seres vivos.

El Equilibrio Natural

Durante su viaje, los estudiantes aprendieron sobre el equilibrio natural. Entendieron que todos los elementos de la naturaleza están interconectados. Las plantas necesitan sol, agua y tierra para crecer. El sol proporciona la energía necesaria para la fotosíntesis, un proceso que permite a las plantas convertir el dióxido de carbono y el agua en oxígeno y glucosa, que es su fuente de energía. Sin fotosíntesis, no habría oxígeno para que los animales y las personas respiren.

Los animales dependen de las plantas y de otros animales para alimentarse. Las plantas son la base de la cadena alimentaria: los herbívoros comen plantas, los carnívoros comen herbívoros, y los omnívoros pueden comer ambos. Además, algunos animales, como las abejas, desempeñan roles cruciales como polinizadores. Las abejas polinizan aproximadamente el 75% de las principales plantas con flores del mundo, incluyendo muchas que producen alimentos.

Las personas también dependen de la naturaleza para obtener aire, agua y alimentos. La agricultura, la ganadería y la pesca son actividades fundamentales para la subsistencia humana y dependen directamente de un entorno natural saludable. Además, los ecosistemas naturales regulan el clima, purifican el agua y el aire, y proporcionan recursos esenciales como la madera y los medicamentos.

Este equilibrio es delicado y puede romperse si no cuidamos la naturaleza. La deforestación, por ejemplo, destruye los hábitats de muchas especies y contribuye al cambio climático al liberar grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Cada año, se pierden aproximadamente 10 millones de hectáreas de bosque debido a la deforestación.

La contaminación también es una gran amenaza. Los desechos plásticos, los productos químicos industriales y los pesticidas contaminan los suelos, ríos y océanos, afectando a plantas y animales y, en última instancia, a las personas. Se estima que hay alrededor de 8 millones de toneladas de plástico que ingresan a los océanos cada año, causando daños significativos a la vida marina.

El cambio climático es otra amenaza grave. El aumento de las temperaturas globales está alterando los patrones climáticos, afectando la disponibilidad de agua y la productividad de los cultivos, y provocando fenómenos meteorológicos extremos. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la temperatura global ha aumentado aproximadamente 1.1 grados Celsius desde la era preindustrial, y se proyecta que aumente entre 1.5 y 2 grados Celsius para finales de este siglo si no se toman medidas drásticas.

Cómo Ayudar a Mantener el Equilibrio Natural

Los estudiantes también aprendieron que hay muchas formas de ayudar a mantener este equilibrio. Plantar árboles es una de ellas. Los árboles no solo producen oxígeno, sino que también absorben dióxido de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático. Un solo árbol puede absorber hasta 22 kilogramos de dióxido de carbono al año.

Reciclar es otra manera de ayudar. Al reciclar, reducimos la cantidad de basura que termina en los vertederos y océanos, y disminuimos la necesidad de extraer nuevas materias primas, lo que reduce el impacto ambiental.

Conservar el agua es crucial, especialmente en áreas propensas a la sequía. Pequeñas acciones como cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, arreglar las fugas y usar sistemas de riego eficientes pueden hacer una gran diferencia.

Proteger a los animales también es esencial. Esto incluye no destruir sus hábitats, reducir el uso de pesticidas y apoyar las áreas protegidas y los parques naturales. Cada especie tiene un papel en el ecosistema, y la pérdida de una sola especie puede tener efectos en cadena en todo el entorno.

Las Plantas y los Animales

Las plantas y los animales son esenciales para la vida en la Tierra. Las plantas no solo nos dan oxígeno y comida, sino que también proporcionan refugio y hogar para muchos animales. En el bosque, los estudiantes vieron cómo las aves construyen nidos en los árboles y cómo los conejos hacen sus madrigueras entre las raíces.

Los animales, a su vez, juegan roles importantes en la naturaleza. Las abejas y otros insectos polinizan las flores, lo que permite que las plantas produzcan frutas y semillas. Los depredadores como los lobos y los zorros ayudan a controlar las poblaciones de herbívoros, manteniendo el equilibrio en el ecosistema.

Las Personas y la Naturaleza

Nosotros, los seres humanos, somos parte de este equilibrio natural. Necesitamos la naturaleza para vivir y prosperar. Durante su viaje, los estudiantes vieron cómo las comunidades locales respetaban y cuidaban su entorno. Aprendieron que cada pequeño gesto cuenta: no dejar basura en los bosques, usar el agua de manera responsable y respetar la vida silvestre.

Al final de su aventura, los estudiantes se dieron cuenta de lo afortunados que eran por poder disfrutar de tanta belleza natural. Prometieron hacer todo lo posible para proteger y conservar la naturaleza, para que futuras generaciones también puedan disfrutar de ella.

Conclusión

La naturaleza es un regalo precioso. Los bosques, lagos, valles y montañas nos ofrecen no solo recursos para vivir, sino también belleza y paz. Al mantener el equilibrio natural y cuidar de nuestro entorno, podemos asegurar que este regalo perdure para siempre. Los estudiantes regresaron a casa con una nueva apreciación por la naturaleza y el compromiso de ser sus guardianes.

¡Gracias por acompañarnos en este viaje por la naturaleza! Recuerda siempre la importancia de cuidar nuestro planeta y de vivir en armonía con todos los seres vivos.

CARNAVAL DE CÁDIZ. A RITMO DE CHIRIGOTA

Es el momento más esperado del año. La ciudad prepara durante meses esta celebración, de larga tradición ya, para echarse a las calles durante una semana llena de alegría, disfraces y mucha fiesta.

En el siglo XVII, el puerto de la ciudad era uno de los principales del imperio español. La actividad comercial con otro puerto europeo, el de Venecia, es el origen de esta tradición que hoy tiene alma propia.

Charo Ruiz es gaditana. Nadie mejor que los nacidos allí entienden la esencia de esta fiesta.

“Yo creo que los carnavales de Cádiz tienen, frente a la espectacularidad de otros, la ironía y la mordacidad de las chirigotas y las comparsas, que es su punto a su favor. Es una fiesta, además, muy completa. Es muy divertido porque la gente se organiza durante meses, las componen, las ensayan y se preparan muchísimo para el concurso. Hay cuatro tipos de agrupaciones: los coros0, las chirigotas, las comparsas y los cuartetos”.

Si algo no puede faltar en el Carnaval gaditano son las chirigotas, es el tipo de agrupación más popular que compone canciones de corte satírico, humorístico o ácidas críticas de la actualidad. Son ya todo un género dentro de la música popular andaluza. Las hay de diversa temática y estilos. Normalmente están compuestas por grupos de 12 hasta 15 personas que cantan en diferentes voces. Se acompañan de dos o tres guitarras, un bombo, una caja, pitos y güiros.

“Es curioso porque la mayoría de las letras de chirigotas, normalmente, son letras burlescas y, bueno, bastante sarcásticas. Sin embargo hay ciertas composiciones que sí ahondan un poco en el tema, en la temática social, ¿no?. O incluso, pretenden hacer una radiografía de todas las carencias sociales”.

Hay un concurso oficial de agrupaciones carnavalescas (COAC) que se celebra en el Gran Teatro Falla de Cádiz. Es el más importante de toda España y en él participan grupos de toda la geografía nacional.

“Es divertidísimo. Yo soy de Sanlúcar de Barrameda y, desde siempre, hemos ido a los carnavales a Cádiz. Toda la ciudad está en la calle, disfrutando. La verdad es que son unas fiestas para toda la familia”.

 

Quelle: Revista Punto y Coma

 

El sueño de Otto

Carmen y Sylvie ya están en el tren. Hay mucha gente dentro y casi no pueden andar. Por fin llegan a sus sitios.

Hace mucho calor. Carmen se quita la chaqueta. Sylvie abre su gran bolso y coge una botella de agua. Tiene sed.

—Lo ves, Sylvie, no hay duda: todos estos madrileños se van de vacaciones —le dice Carmen.

Sylvie la mira y sonríe. Carmen es muy simpática. Sylvie la conoció el año pasado en aquella escuela. Fue su profesora de español, ahora son buenas amigas.

—Te veo muy tranquila, Carmen. ¡Qué suerte tienes! Yo no hago otra cosa que hacerme preguntas. No entiendo toda esta historia. Un año sin escribirnos, sin llamarnos por teléfono... Un año sin darnos noticias, y ahora, Otto nos escribe ese telegrama...

—Es bastante raro... pero tú conoces a Otto mejor que yo. No es fácil saber qué tiene en la cabeza. No hace nunca las cosas como todos.

—Sí, es un chico diferente —contesta Sylvie—. ¡Puag! Esta agua está caliente. Es imposible beberla.

Luego deja la botella en el suelo y mira por la ventana sin hablar.

«Pero... un año, un año —se repite la joven una y otra vez—, es mucho tiempo; demasiado tiempo...»

Sylvie cierra un momento los ojos y empieza a pensar en Otto: «No puedo olvidar aquel primer día de clase. Sí, lo estoy viendo, estoy viendo a Otto entrar en clase aquella mañana».

***

—Buenos días, ¿cómo estáis? Yo me llamo Carmen y voy a ser vuestra profesora de español estas cinco semanas. ¿Cómo os llamáis? —pregunta Carmen después de sentarse y dejar su bolso encima de la mesa.

—Mi nombre es Alec —contesta uno de los estudiantes.

—¿Y de dónde eres, Alec?

—Yo soy alemán, de Berlín ——contesta Alec.

—Yo soy Ruth, también soy de Berlín —contesta otra estudiante, sentada a la derecha de Alec.

Todos empiezan a decir cómo se llaman y de dónde son.

—Y yo me llamo Sandra. Soy de Stuttgart, pero ahora vivo en Múnich.

—¿Y tú? —pregunta Carmen a una chica morena de ojos verdes.

Yo soy francesa, de París... y me llamo Sylvie.

—¿Conocéis España o estáis aquí por primera vez?

—Hemos venido muchas veces —explica Sandra.

—¿Cuántas veces? —pregunta Carmen.

—Doscientas, doscientas cincuenta... ——contesta ahora Alec.

Los jóvenes no dicen nada más. Todos ellos parecen estar de acuerdo con Alec. Carmen no sabe qué pensar; no entiende qué está pasando. Ella los mira uno a uno y sonríe. Después va hasta la pizarra y escribe: «200, 250».

—Sí, doscientas, doscientas cincuenta —repite Alec.

—¿De verdad..., estáis seguros? —pregunta Carmen un poco nerviosa.

Todos contestan que sí con la cabeza. Carmen no dice nada. «No puedo creerlo —piensa—. Me parece que ya estoy vieja y no oigo bien.»

—Y... ¿cuál es vuestro trabajo? —les pregunta después.

—Somos pilotos y azafatas... —contesta Sylvie .

Ahora todos empiezan a reír. También Carmen.

—Conocemos muy bien los aeropuertos españoles... ——explica Ruth.

—Y también los hoteles... —dice Sandra después.

En ese momento se abre la puerta de la clase y entra un chico alto, rubio, de ojos grandes y muy abiertos. Lleva una bonita camisa verde agua y unos pantalones azules. Anda despacio, sin decir nada y se sienta detrás de Alec, muy cerca de Sylvie. Carmen se pone las gafas y lo mira bien. Sí, es el mismo chico del bar de la estación.

—Buenos días. Tú también eres nuevo, ¿no es así? —pregunta Carmen un poco enfadada.

—Sí, siento llegar tarde ——explica el chico con la cabeza. No conozco bien esta parte de la ciudad y me he perdido... Me llamo Otto, en español «Otilio», y soy alemán.

—Otto... ¡Ah, sí! Aquí tengo tu nombre.

Carmen lee en su cuaderno y repite: «Otto, Otto Lilienthal».

—No, ése es el padre de mi abuelo.

—Tu bisabuelo —explica Carmen.

—Sí, eso es... mi bisabuelo —repite el joven, Yo soy Otto Lilienthal Jr.

—Y dime, Otto Lilienthal Jr., ¿tú también eres piloto?—pregunta Carmen divertida.

—No soy estudiante. Voy a empezar a estudiar arquitectura en la universidad. Ahora estoy de vacaciones. Pero me gusta mucho volar.

Sylvie está mirando a Otto desde el principio. Le parece un chico muy guapo.

—Bueno, chicos, vamos a ver qué me podéis contar en español —dice Carmen. Alec, ¿puedes hablarnos un poco de vuestro trabajo? ¿Es difícil pilotar un avión?

—Volar en avión es fácil —empieza Alec.

—Es más difícil volar sin avión —termina Otto.

Todos se ríen.

—Quiero decir que volar en un avión no es divertido. Es más interesante volar sin motor, como los pájaros.

Carmen no dice nada. Hoy no es fácil dar la clase.

—Eso no es posible —contesta Sandra.

—¿Por qué no? Mi bis... ¿Cómo dijiste, Carmen?¿Bisabuelo? —pregunta Otto a la profesora.

—Sí —contesta ella.

—Pues, mi bisabuelo lo hizo.

—¿Quieres decir que tu bisabuelo tenía alas? —pregunta Sandra.

—Sí algo así... —contesta Otto muy seguro.

Los otros chicos se miran entre ellos y empiezan a reír.

—Yo vuelo muchas veces. Todas las noches tengo el mismo sueño. Me ocurre desde los tres años. Cierro los ojos y empiezo a volar. Ahora puedo volar también —Otto cierra los ojos—. Ya estoy volando. Vuelo por encima de unas montañas muy verdes. A la izquierda puedo ver un río de color azul. El sol está jugando en sus aguas claras, corre entre las montañas hasta llegar con el río a un bonito pueblo. Desde una plaza del pueblo la gente mira cómo aterrizo.

Todos miran a Otto sin decir nada. Después de un momento Ruth parece acordarse de algo y dice:

—Ese apellido... Lilienthal... Hay un Lilienthal, un Otto Lilienthal, un hombre muy rico... ¡Claro, ya sé, fue muy importante para la historia de la aviación alemana... ¿Tú eres de la familia de aquel Lilienthal? —le pregunta Ruth a Otto.

—Sí, Otto Lilienthal es mi bisabuelo. Un gran hombre. Él fue el inventor del primer planeador. Yo soy como él, mi padre siempre lo dice.

 —Bueno, ya es la hora. Para mañana, por favor, estudiad el capítulo I y haced los ejercicios —dice Carmen para terminar la clase.

Sylvie está saliendo de la escuela y en la puerta se encuentra con Otto.

—Oye, Otto, ¿tienes prisa? —le pregunta.

—No, ¿por qué? ——contesta él.

—¿Quieres tomar algo conmigo? Así me hablas un poco más de tu familia.

—De acuerdo, ¿dónde vamos?

—Ahora, en agosto, casi todos los sitios están cerrados. Es difícil encontrar un bar abierto para tomar café.

—Ven —dice Otto—, yo conozco un lugar y está muy cerca de aquí.

***

III

En todo este año sin todo ese año sin noticias, Sylvie no ha podido olvidarse de Otto. Ha sido un buen amigo y ella siempre se acuerda de los amigos. Además, ahora sabe que siente algo muy especial por ese chico.

El tren está tranquilo. Muchos duermen. Otros escuchan música o leen. Un tren es también un buen lugar para pensar. La gente mira por la ventana y siente pasar la vida delante de sus ojos.

Fuera, el campo está amarillo. Hace muchos meses que no llueve en España. Los pájaros parecen correr detrás del tren. Los árboles también parecen moverse.

Carmen y Sylvie están viajando desde hace ya tres horas.

—Sí, Carmen, estoy segura: Otto se casa. Por eso dice: «UN DÍA MUY IMPORTANTE EN MI VIDA».

—Pero no habla de boda. No, Sylvie. Otto nos tiene algo preparado en El Barco de Valdeorras, pero su boda no. No creo. ¿Qué otra cosa puede ser? No lo sé. Sólo allí lo vamos a saber.

El tren va más rápido ahora. Lejos quedan ya el ruido de la ciudad y las calles grises de Madrid.

Detrás de Sylvie, unas chicas jóvenes empiezan a cantar. Carmen cierra el periódico y las escucha divertida.

Sylvie coge el periódico, pero no puede leer. Sólo puede pensar en Otto. Ha estado muy enfadada con él, y todavía lo está un poco. Irse así, sin decir nada, sin decirle nada a ella, su gran amiga. Pero es verdad: como dice Carmen, Otto es un chico diferente. Ella lo sabe muy bien. Aquel día del verano pasado en el bar, después de salir de clase...

***

Paco, el camarero de la estación del Norte, ve llegar otra vez a Otto. Y ahora viene con una amiga.

—¿Qué van a tomar, señor, un chocolate y un pincho de tortillapara usted, y para la señorita...? —pregunta Paco.

—No —contesta Otto.

—Ah, ¿no?

—No, son dos; dos pinchos de tortilla y dos chocolates muy calientes, por favor.

Paco vuelve a la cocina. Habla solo: «Paco, tranquilo —se dice—. No pasa nada. Piénsalo bien, Paco, no es nada malo tomar chocolate con tortilla. ¿Por qué no?».

—Aquí tienen dos chocolates calientes y dos pinchos de tortilla —dice ahora a Sylvie y a Otto—. La tortilla es de esta misma mañana. Todavía está caliente. ¿Quieren algo más?

—No, muchas gracias, está bien así —contesta Sylvie.

—Oye, Sylvie, tú, ¿por qué estudias español? —pregunta Otto a su compañera de clase.

—Muy fácil; debo hablarlo bien por mi trabajo. Ahora es muy importante saber español. Además, me gusta mucho España.

—¿Dónde vives?

—En París, en un pequeño piso del centro de la ciudad. Vivo sola. Bueno, con mi perro; se llama Pasodoble.

—Ése es un nombre muy español, ¿no es así? —pregunta Otto.

—Sí, es el nombre de un baile típico. Mi perro es muy pequeño y por eso anda así... con pasos dobles.

Paco sonríe. Esos chicos son divertidos. Un poco raros, pero simpáticos. Por eso se queda cerca de ellos, para poder escucharlos.

—Y tú, Otto —pregunta ahora Sylvie—, ¿por qué estás en España?

—Dentro de un año empiezo a estudiar arquitectura en Alemania. Pero antes quiero conocer otros países, otras gentes... España me parece muy interesante. Mi bisabuelo habla mucho de España en su diario. Esos pequeños pueblos de Galicia, León, Asturias...

—Otto, ¿por qué dices que vuelas desde los tres años?

—Es verdad, empecé a volar a los tres años. ¿Te cuento la historia? ¿Quieres?

—Sí, por favor ——contesta rápido Sylvie.

Otto bebe un poco de chocolate. Se queda sin hablar un momento. No mira a Sylvie, tiene los ojos perdidos. Parece estar en otro sitio, lejos. Por fin dice:

—Todo empieza un día de primavera, en el mes de abril, en la vieja casa de campo de mi bisabuelo. Estoy jugando en el jardín, sentado en el suelo, con mis pantalones cortos y una camisa blanca. Mis padres se han ido a la ciudad. Mis dos hermanos están allí, con unos amigos. Están hablando y mirándome. Luego vienen y mi hermano mayor me coge de la mano. Me llevan detrás de la casa. Allí tenemos los pollos.

—¿Los pollos? —pregunta Sylvie.

—Sí, los pollos, esos pájaros grandes, blancos. En francés se llaman «oies», creo... Pero yo no sé mucho francés... Mi padre es un hombre de campo y le gusta tener pollos... siempre comemos uno los días de fiesta.

Sylvie no sabe qué hacer para no reírse. Bebe un poco de chocolate.

—No, Otto, esos pájaros no son pollos. En español se llaman ocas —explica por fin la chica.

—Bueno, sí, ocas... ocas —repite Otto un poco enfadado—. Pues mi hermano me dice. «Otto, ven, no te va a pasar nada, tranquilo. Ahora vas a volar como nuestro bisabuelo». Él coge una de las ocas, muy grande. Entramos en casa los dos, con el animal. Los otros se quedan en el jardín. Vamos a mi habitación, en el primer piso. Allí, mi hermano me lleva hasta la ventana. Sube la oca, me sube encima de la oca y...

Sylvie escucha. Le parece que está en medio de un sueño.

—En ese momento, la oca abre sus grandes alas y empezamos a volar. Al principio tengo los ojos cerrados, pero después los abro. Es muy divertido mirarlo todo desde arriba, veo el jardín, mi hermano Sigmund, sus amigos...

—¿Y...? —pregunta Sylvie bastante nerviosa.

—¿Después? Después me veo a mí en mi cama. Mi madre está conmigo y me dice: «¡Mi Otto, mi pequeño Otto! ¡Cómo pudieron hacer eso tus hermanos! ¡Matarte casi! No sé qué voy a hacer con ellos».

—¿Y no te rompiste nada? —pregunta Sylvie.

—Sólo una pierna, tuve suerte...

 

 

  Fuente: CV.Cervantes.es

  

  

El camping mediterráneo

 El camping Mediterráneo es un lugar agradable. Está en una playa turística pero bastante tranquila. Hay muchos pinos y el clima es fantástico.


De junio a septiembre no llueve casi nada. Al lado del mar tampoco hace demasiado calor. Por suerte, cerca del camping no hay muchas casas. Hay, sobre todo, campos de naranjos, que en primavera se llenan de flores blancas y naranjas.

El pueblo, Benisol, está a 3 kilómetros y la carretera termina en el camping. Al lado del camping hay una zona muy interesante desde el punto de vista ecológico. Es una zona muy húmeda donde paran muchas aves, en sus viajes hacia África y hacia el norte de Europa. En particular, el avetoro, un ave protegida.

 Es un lugar fantástico y eso es un problema: el camping interesa a mucha gente. Por ejemplo, a Duque, un conocido hombre de negocios de Benisol. Dicen que Duque tiene relaciones con la mafia.

Duque quiere construir en Benisol un centro de vacaciones. Tiene ya 7 hectáreas junto a la playa. Y ahora quiere comprar el camping Mediterráneo. Pero Antonio, el propietario, no quiere venderlo. Además, el Ayuntamiento de Benisol no quiere más apartamentos en esa zona. Es una región muy importante ecológicamente y con bastantes problemcamping2.jpgas ambientales.

Naturalmente, Vicente Gil, el alcalde, y Duque, el constructor, no son muy amigos.

Hoy están con Duque, en su oficina, Jacinto Cano, el arquitecto, y Omedes, su socio. Hablan del nuevo complejo turístico de Benisol y estudian el proyecto.

DUQUE: Aquí las piscinas, el restaurante y la discoteca... Y entre el edificio A y el B, tres pistas de tenis y un minigolf. Aquí el centro comercial...

JACINTO CANO: En total, 415 apartamentos, 35 bungalós...Y el hotel, claro: un hotel de 200 habitaciones.

DUQUE: Pero esos dos estúpidos...

JACINTO CANO: ¿Quiénes?

OMEDES: El propietario del camping, Antonio, y el alcalde... Pero tenemos un buen amigo en el camping Mediterráneo...

JACINTO CANO: ¿Quién? ¿Ibarra?

DUQUE: ¡Claro, Ibarra, el director! Necesitamos un nuevo director en el hotel, ¿no?

camping3.jpgMientras tanto, Jaime y sus amigos están en el bar del camping tomando una cerveza organizando sus vacaciones.

JAIME: Mira, hay un castillo del siglo VIII, aquí cerca, a 5 km.

EDUARDO: Sí, hay muchas cosas interesantes en esta región. Varias iglesias románicas, castillos, pueblos típicos...

JAIME: Sí, está bien... Playa, montaña, monumentos... Y estamos cerca de Valencia y de Barcelona.

MARTHA: ¡Huy, huy, huy! Yo quiero descansar, tomar el sol, bañarme, leer novelas, escribir postales a los amigos... ¡Unas vacaciones tranquilas!

JAIME: Bueno, a mí la playa no me gusta mucho, ya sabes... Además, ¿no te interesa la historia, la cultura, conocer las costumbres de los españoles...? A ti te gusta mucho la pintura...

MARTHA: Sí, me interesa mucho el arte pero quiero descansar... Tú visitas ciudades, monumentos y museos... Y yo me voy a la playa, a leer novelas. Tengo dos novelas policíacas muy buenas. Por cierto, una es de un autor español, Manuel Vázquez Montalbán.

EDUARDO: A mí también me interesa conocer un poco la región.

JAIME: Bueno, pues tú y yo hacemos alguna excursión...

MARTHA: Por mí no hay problema.

EDUARDO: ¿Tú qué prefieres ver? ¿Barcelona o Valencia?

JAIME: Pues no sé... ¿Y a ti? ¿Qué te interesa visitar?

EDUARDO: Yo prefiero ir a Valencia. Está más cerca, ¿no? Barcelona está un poco lejos...

En ese momento, Alba, la recepcionista, pasa al lado de los nuevos clientes y les da más información.

ALBA: Sí, Barcelona está un poquito más lejos. Unas dos horas en coche. Pero las dos ciudades son muy interesantes... En Barcelona: Picasso, Miró, Gaudí, buenos conciertos, ahora en verano... Y en Valencia hay muchas cosas para visitar también: un museo de arte contemporáneo importante, torres medievales, edificios góticos y palacios renacentistas... Un mercado modernista... ¡Y mucho ambiente por la noche!

JAIME: Gracias por la información.

ALBA: De nada. Bueno, adiós, que tengo mucho trabajo.

Alba vuelve a la recepción y Jaime y sus amigos siguen haciendo planes.

JAIME: ¿No te interesa ver la obra de Gaudí?

EDUARDO: Sí, claro.

MARTHA: Yo, mañana, me voy a la playa.

EDUARDO: Tranquila... Mañana no vamos a salir del camping. Todos estamos cansados del viaje. Yo, por ejemplo, ahora me voy a dormir una siesta.

JAIME: Mañana hay un concierto de Los Terribles.

MARTHA: ¿Qué?

JAIME: Sí, hay ucamping4.jpgn concierto, aquí en el camping, aquí en el bar. Mira...

A Jaime, en realidad, no le gustan este tipo de vacaciones. Él prefiere conocer otras culturas, viajar a grandes ciudades: Nueva York, Sidney, Hong Kong... Pero este verano no quería estar solo. Ha preferido estar con sus mejores amigos, Eduardo, Martha y Uwe, y hacer unas típicas vacaciones en la costa mediterránea: tomar el sol, comer mucho, dormir...

Por la tarde, va un rato solo a la playa. Pasea un poco y se sienta en la arena. Empieza a tener dudas: ¿ha sido una buena idea aceptar el plan de sus amigos?camping5.jpg

«¿Qué hago yo aquí? No me gusta el verano, ni la playa, ni los sitios turísticos... No me gusta bañarme y aquí hace calor... ¡Me pican los mosquitos y me quemo si tomo el sol! ¡Buffff...!» , piensa Jaime. «Y voy a pasar 20 días en este camping...¡Qué vacaciones! ¡Qué horror!».

 

También Alba va a la playa por la tarde. A las ocho cada día tiene una hora libre y, de ocho a nueve, corre por la playa. Hoy corre cerca de donde está Jaime. Él la ve pasar. La llama y piensa: «¡Ufff! Una mujer muy interesante... ¡Pero muy aficionada al deporte!». Pero ella no lo oye y sigue corriendo.

 

 Fuente: CV.Cervantes.es

   

   

Amnesia

 

—Bueno, en realidad éstas son las cosas que le quiero preguntar. Le explico la situación: tenemos un robo y un accidente. El coche, Seat Toledo rojo, es el mismo en ambos. Tenemos dos hombres en la calle, inconscientes, y el coche, estrellado en la calle. Las joyas robadas no están en el coche; no están en ninguna parte. No sabemos quién es el conductor y quién el peatón. Sólo sabemos que uno de los dos es el ladrón.

—¿Y la documentación?

—Ninguno de los dos tiene documentación. Tampoco están en los ficheros de la policía. Hay una chaqueta azul, pero no sabemos de quién es.

—¡Qué situación! ¿Qué dice el otro hombre?

—No dice nada. Está inconsciente. Tiene también un shock,resultado de un fuerte golpe en la cabeza. Usted también tiene un golpe en la cabeza. En el accidente, uno de los dos rompe el cristal del coche. Pero ya le digo que no sabemos quién es el conductor. Los dos tienen más o menos las mismas lesiones.

—Me dice que posiblemente soy un ladrón, pero que no lo sabe usted y que no lo sé yo tampoco, ¿verdad?

—Me parece que sí.

—Increíble. Me parece una situación divertida.

—¿Divertida?

—Divertidísima. Me gusta. No me acuerdo de nada. No sé quién soy, de dónde vengo, cuántos años tengo... Posiblemente soy un ladrón, no lo sé, pero ustedes tampoco lo saben. Sólo esperamos dos posibilidades: yo recupero la memoria y digo que soy un ladrón; o el otro hombre despierta y dice que es un ladrón. ¿Cuál le parece más probable?

—No lo sé. En este momento las dos son posibles.

—Bueno, en serio, quisiera ser inocente.

—Naturalmente. Nosotros continuamos con la investigación. Necesitamos encontrar el botín. El ladrón tiene diez minutos para ocultar las joyas. El botín está en algún lugar de la ciudad. ¿En cuál? Posiblemente, entre el Ayuntamiento y la calle Santa Lucía, que es el camino que une el robo y el accidente. Pero no tenemos nada en este momento.

—Entiendo. Suponemos que hallan las joyas. ¿Qué pasa entonces? ¿Es importante para mí? —Claro. En las joyas o en la bolsa hay con seguridad huellas dactilares. Con ellas la policía dice quién es el ladrón.

—Ah, ya veo. ¿No hay huellas en el coche?

—No. El volante tiene una cubierta de terciopelo y las huellas no permanecen en ella. Tampoco hay huellas en otras partes del vehículo.

—Estoy metido en un problema.

En ese momento, Ainoa entra en la habitación. También el doctor. Hablan un poco con «Javier» y Pedro Herrero se va.

IV JUEVES

«Javier» está sentado en una silla de ruedas en su habitación, cerca de la ventana. Mira el jardín que hay fuera. Su cara está seria. Parece nervioso, porque se frota mucho las manos. Tiene en la mesa que está cerca de la ventana el periódico de ese día. Continúa en la misma habitación, en el mismo hospital. No recuerda nada.

Entran Ainoa, el doctor y Pedro Herrero, el policía. Caminan y hablan unos con otros. El doctor está enfadado.

—¿Ocurre algo? —pregunta «Javier».

—Bueno, realmente no —responde Pedro—. Hablamos de usted. La policía y el hospital necesitan colaborar. Vamos a actuar juntos. Nosotros queremos resolver el robo, porque el otro hombre está inconsciente y no sabemos cuánto tiempo necesita para curarse. La única solución es su memoria. Usted quiere recordar, ¿no?

—Por supuesto que sí. No me gusta estar sin hacer nada, sin saber quién soy, un ladrón o un padre o un millonario... ¿Qué piensan hacer?

—El hospital colabora con la policía. La enfermera Ainoa está en estos momentos dedicada a usted exclusivamente. Su trabajo es hacer volver su memoria. Usted necesita ayuda para recordar. Ella es su ayuda. Fotografías, periódicos, paseos, charlas... todo es útil para traer un recuerdo. A lo mejor, un paisaje o un árbol o una frase despiertan su memoria. Con su memoria, todos ganamos: la policía puede aclarar el robo, el hospital le cura a usted, y usted mismo recupera su vida y sus recuerdos. ¿Qué le parece?

—Todos ganan, excepto yo, que posiblemente voy a la cárcel.

—Es un riesgo. Pero también existe la otra posibilidad: es inocente y no pierde nada. El robo está aclarado y usted está libre y con su familia o trabajo... con su vida normal.

—Ya. Bueno, me parece bien. ¿Empezamos hoy?

—Sí. Lo primero, vamos a la habitación donde está el otro hombre. Tiene la posibilidad de recordar algo. Posiblemente es amigo suyo.

—Cómplice, quiere decir. En ese caso, la cosa está clara: yo soy amigo suyo, uno de los dos es un ladrón..., conclusión: los dos somos cómplices.

Pedro Herrero, serio, murmura:

—Es mejor no pensar demasiado en las posibilidades.

El doctor se va a visitar a otros enfermos y Pedro Herrero y Ainoa, que transporta a «Javier» en la silla de ruedas, caminan para tomar el ascensor. Esperan en el pasillo un rato y finalmente entran en uno de los ascensores. «Javier» dice:

—Este hospital es muy grande, ¿no?

—Sí —responde Ainoa— . Muy grande y además muy bueno y famoso. Es bastante moderno y en algunas cosas es uno de los mejores de España.

—En enfermeras, por ejemplo —bromea Pedro.

Ainoa se ríe.

—Por supuesto, en enfermeras es el número uno.

«Javier» pregunta:

—¿Subimos o bajamos?

—Usted está en el piso cuatro y el otro en el seis. Él está en la UCI.

—¿UCI? ¿Qué es eso?

—Unidad de Cuidados Intensivos. Es donde están los enfermos más graves, los que necesitan vigilancia especial.

—Usted no recuerda muchas cosas de la vida normal, ¿no? —dice Pedro Herrero— Quiero decir que no se acuerda de su nombre o de su familia, pero tampoco de algunas cosas que le rodean, del país o de cosas que sabemos de forma natural, ¿verdad?

—Es cierto. Hay cosas que recuerdo y cosas que no. No sé cuántas cosas. Ainoa me dice que su nombre es vasco; de eso no me acuerdo. Bueno, ahora sí, claro —mira a Ainoa, sonriendo—. Ahora sé que Ainoa es un nombre vasco.

—¿Sabe qué país es éste? ¿Cuántos habitantes tiene? ¿En qué ciudad estamos? ¿Quién es el presidente del gobierno? ¿Cómo está la economía? ¿Dónde...?

—Por favor, por favor, son demasiadas preguntas —dice Ainoa—. Es mejor ir poco a poco. Parece el Trivial.

—¿El Trivial? ¿Qué es? —dice «Javier».

—Un juego de cultura. Bueno, ya estamos aquí. Se paran en una puerta doble. Ainoa entra en otra habitación y sale con unas batas verdes y unas mascarillas y bolsas.

—Nos ponemos las batas, las bolsas en los pies y las mascarillas en la boca para no llevar microbios y enfermedades a los enfermos de la UCI. Tampoco es posible hablar muy alto ni estar mucho tiempo.

—De acuerdo —dice «Javier».

Pasan la puerta. Hay un pasillo central y camas con enfermos en las dos paredes. Hay también máquinas cerca de los enfermos para vigilar su situación. Finalmente, se paran ; en una cama hay un hombre con la cabeza escayolada. El hombre está con los ojos cerrados.

—Bueno, aquí está. Es el hombre del accidente.

«Javier» mira con atención. El hombre tiene más o menos los mismos años que él. Su cara no es nada especial. A «Javier» le parece que es la primera vez que lo ve. No tiene ningún recuerdo de ese hombre.

—No, no creo conocer a este hombre.

—¿Está seguro? —pregunta Pedro Herrero.

—Sí, es la primera vez que lo veo. No me trae recuerdos. Ainoa lleva la silla de ruedas al pasillo. El policía camina, serio; en el pasillo se quitan las batas, las mascarillas y las bolsas de los pies. Ainoa se lleva todo. Pedro dice:

—Mala suerte para todos.

—Lo sé. Quisiera recordar, pero no me acuerdo de este hombre.

—Bueno, me voy. Tengo trabajo. Hasta mañana. Ainoa está otra vez con ellos.

—¿Se va? Nos vemos mañana. Pero mañana seguro que estoy cansadísima.

—¿Por qué? —pregunta el policía, que espera el ascensor.

—Esta tarde voy al concierto de Mecano en la plaza de toros. Me gustan mucho y también me gusta mucho bailar. El problema es que hay trabajo al día siguiente y...

—¿Mecano? —pregunta «Javier», nervioso—. Eso me recuerda... No sé, tengo una sensación rara. Tiene relación con el accidente... Es difícil de explicar. Recuerdo un poco el accidente, una cosa roja y Mecano está también relacionado.

—¿Mecano, relacionado con el accidente? —pregunta Pedro Herrero, extrañado—. Me parece que está usted un poco confuso, Javier. ¿Qué tiene que ver un grupo de música con un accidente?

—No lo sé, pero esa palabra me trae recuerdos que están relacionados con el accidente. No sé cómo o por qué.>

—Mmmm. Es extraño.

El ascensor llega, y los tres entran. En la planta número cuatro, el policía dice:

—No sé... Voy a pensar en esa relación. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

V VIERNES

El día es estupendo, con sol y una temperatura agradable. «Javier» está más contento y animado. Ahora recuerda una cosa; el primer recuerdo de su otra vida ya está en su cabeza. Supone que otros recuerdos esperan para salir. Esa mañana los enfermeros le bañan y le afeitan. Su ropa está también limpia. Se siente bien.

Entra Ainoa. Ella también está vestida con ropa de calle, no con la bata del hospital. Parece cansada, pero contenta.

—Hola, buenos días. ¿Cómo estás hoy? ¡Qué guapo! Estás limpio y afeitado. ¡Qué camisa tan bonita! ¿Es la ropa del accidente?

—Hola. Sí, es mi ropa. O eso dicen. Pero es verdad que me resulta familiar. ¿Qué hacemos?

—Como ves, yo también voy con ropa de calle. Sólo me dedico a ti, a ayudarte a recordar. Vamos a dar un paseo por la ciudad. Ver cosas ayuda a recordar, ya sabes.

—Estupendo. Tengo ganas de salir. Aquí tengo demasiado tiempo libre. Me aburro. Quisiera respirar aire natural, no acondicionado.

—Pues vamos. Tengo coche; cargamos la silla de ruedas en él y vamos al Paseo de Pereda, que está muy bonito hoy. Paseamos, miramos cosas, hablamos y seguro que tu memoria regresa poco a poco. ¿Vale?

—Vale. Me parece un plan buenísimo.

Ambos salen del hospital. El coche de Ainoa es pequeño, pero está limpio y cuidado. Con problemas, «Javier» y la silla consiguen meterse. Él va en el asiento del copiloto, y la silla, plegada, en el de atrás. Santander está preciosa esa mañana. Hay mucha gente en la calle y el día es luminoso. Hay muchas flores en todas partes. También hay mucho tráfico; demasiado. El coche mamnesia3.jpgarcha despacio. Finalmente, llegan al Paseo de Pereda, que es la calle principal de Santander, una bonita avenida que está paralela al mar. Hay muchas flores y tiendas.

Aparcar en Santander no es fácil, pero Ainoa ve un sitio bueno y deja allí el coche. Bajan y pasean.

—Tenemos suerte —dice Ainoa—. Un precioso día, sitio para aparcar, tiempo libre...

—Sí. Necesito tomar aire fresco.

—¿Qué te parece si tomamos algo en una terraza? Tengo muchas ganas de tomar un refresco. Estoy hecha polvo. ¿Te parece bien?

—Me parece muy bien. Es verdad, tu concierto de ayer. ¿Qué tal?

—Genial. Me encanta ese grupo. Ella canta muy bien y los conciertos resultan muy animados. Pero bailar demasiado es malo; ahora estoy muerta. Llegan a una terraza y se sientan. El camarero pregunta:

—¿Qué desean?

—Yo, una Coca-Cola, por favor —dice Ainoa. Y mira a «Javier»—. Necesito estar despierta.

—Para mí, un zumo de naranja.

—¿Algo para picar? —pregunta el camarero.

—¿Unas patatas fritas? Tengo un poco de hambre.

—Vale, unas patatas fritas —responde «Javier».

El camarero se va. Ainoa dice:

—Zumo de naranja. ¿Siempre pides zumo de naranja? ¿Te acuerdas de tus bebidas o comidas favoritas?

—Mmm. No sé, pero es verdad que me gusta el zumo de naranja. No es exactamente un recuerdo..., más bien una intuición.

—Ahá. Eres un chico natural. Un deportista o un ecologista, o algo así.

—No sé. Es posible.

El camarero llega con las bebidas y las patatas. Ainoa bebe rápido.

—Aaaah. ¡Qué bien! La verdad es que estoy muy cansada. Siempre me meto tarde en la cama cuando voy a conciertos.

—¿Vas mucho a conciertos?

—Sí. Me gusta la música e intento ir bastante. No hay muchos conciertos en Santander. En Madrid o en Barcelona sí hay muchos; también en el País Vasco. Pero no aquí.

—¿Vas con tu novio, con amigos...?

—No tengo novio. Voy con un grupo de amigas. Casi siempre vamos juntas. Somos cuatro amigas.

—¿Íntimas?

—Muy íntimas. Del colegio.

—Eso está bien. ¿Cómo es que no tienes novio?

—Ninguno me quiere —dice ella con cara de niña pequeña. Se ríe—. Bueno, en realidad soy muy independiente. Los hombres no están mucho tiempo conmigo.

—También me gustan las mujeres independientes.

—¿Seguro? ¿Te acuerdas de eso? —dice ella con ironía.

—Oh, creo que sí. —Bueno, vamos bien. ¿Qué te parece un paseo?

—Adelante.

VI

El coche llega al hospital. Es la hora de comer. Ainoa y «Javier» bajan y caminan por los pasillos. Van al comedor. Esperan unos momentos para encontrar una mesa libre; hay muchas personas, médicos, enfermeros y visitantes, que comen en el comedor del hospital. Finalmente, ocupan una mesa.

—Una mañana muy agradable —dice «Javier»—. Recordar así es un placer.

—Pero realmente no recuerdas mucho. En el Paseo de Pereda nada te resulta familiar. Es raro. La playa, los bares, las tiendas... no te dicen nada.

—Así es.

—¿Está libre este asiento?

Levantan la vista. El inspector Herrero está de pie con una bandeja con comida.

—Claro. Ahora estamos los tres —responde «Javier»—. ¿Cómo le va?

—Tirando. ¿Y usted? ¿Recupera sus recuerdos?

—No, no mucho. Recuerdo que me gusta el zumo de naranja y las mujeres independientes, pero no mucho más. Ah, y que me gusta pasear por la ciudad.

—No está mal para una mañana. Pero no es mucho, es verdad. ¿Nada del robo?

—Me parece que no. Lo siento.

—Bueno, yo tengo buenas noticias. Es algo que tiene que ver con lo de Mecano y el accidente. La calle del accidente está llena de papeles de propaganda del concierto. Veamos: es lunes por la mañana. Recuerdo que en el momento de meterle a usted en la ambulancia, miro un papel que está en el suelo y un policía amigo mío me dice: «Son Mecano. Voy a ir esta tarde». Un comentario sin importancia, como ve, pero en esta profesión no se sabe cuándo o cómo las cosas más pequeñas son importantes. ¿Qué quiere decir esto? Yo creo que usted se acuerda de Mecano relacionado con el accidente porque posiblemente es el último recuerdo que tiene antes del accidente. Esto quiere decir que, como no puede leer los papeles que están en el suelo cuando va en un coche a toda velocidad por las calles de la ciudad, usted no va en el coche. Es el otro hombre el que va en el coche y tiene el accidente cuando le atropella a usted. Conclusión: el otro es el ladrón, y usted es inocente. Naturalmente, todo esto es sólo una hipótesis. La base no es muy fuerte: una idea que nace de un recuerdo muy débil. Pero es algo positivo, ¿no le parece?

—Oh, sí, sí que me lo parece. Es usted bastante inteligente.

—Para eso me pagan. Pero no lo tome muy en serio. Le digo que es sólo una idea, nada definitivo. Esperamos nuevos datos. Por cierto, esta comida no está muy buena; más bien, está malísima.

VII

—Hoy es sábado. El día está un poco oscuro, pero no va a llover. ¿Dónde quieres ir?

—Me apetece ir al Palacio de la Magdalena.

—¿Seguro? No parece un lugar bueno para recordar nada. Quiero decir que es difícil encontrar ahí alguna cosa de tu vida cotidiana.

—Tienes razón. Recordar y hacer turismo son dos cosas diferentes, ¿verdad?

—Sí, bastante. Claro que en el Palacio hay cosas que posiblemente resultan buenas para traer otros recuerdos: cuadros, libros, habitaciones, jardines... Muy bien, vamos. Nunca sabemos dónde podemos tener suerte. Tenemos el ejemplo de tu recuerdo de Mecano, ¿no? ¿Quién sabe? A lo mejor eres un millonario y en el Palacio te acuerdas de todo.

—Claro, claro. Continúa. ¡Qué imaginación! Los dos van al coche de Ainoa y montan. Ella explica a «Javier» algunas cosas de la ciudad.

—Esto es el Paseo de Pereda, lo conoces ya. Ahora subimos esta calle, y eso que ves allí es el Auditorio. Muy moderno, ¿no? A mucha gente no le gusta, pero es muy bueno para conciertos y teatro. ¿Sabes que en verano hay aquí un festival internacional de teatro? Toda esta parte es la zona más bonita y rica de la ciudad. Aquí vive la gente que tiene más dinero, las más ricas. ¿Qué te parecen las casas? Bonitas, ¿eh? Todas miran al mar. Santander es una ciudad muy elegante, ¿sabes? Ahora, aquí, entramos en la Península, donde estáanmesia7.jpg el Palacio. Actualmente es posible visitarlo porque hay en él una universidad.

—¿Una universidad? —preguntó «Javier», extrañado.

—Sí, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, bastante famosa. Tiene unos cursos de verano muy conocidos, y mucha gente viene a Santander para asistir a ellos. También viene gente del extranjero; creo que hay cursos de español también. Bueno, aquí estamos. ¿Qué tal?

Ainoa baja del coche, saca la silla de ruedas y ayuda a «Javier» a salir del coche y subir a ella.

—Bueno, el edificio es bastante bonito. Pero... no sé. Tengo una sensación extraña. Me parece que yo conozco este lugar. Creo recordar que no es la primera vez que vengo.

—¿En serio? —pregunta Ainoa, con esperanza —¡Estupendo! ¿Ves? Poco a poco los recuerdos vuelven.

—Sí, sí recuerdo este sitio.

Unas personas ayudan a Ainoa a subir la silla de ruedas por las escaleras que hay en la puerta del edificio, un edificio gris y antiguo, de sólida piedra. En el interior, casi todo es de madera, vieja y noble. Los pasos de las personas están acompañados del ruido de la madera. Hay cuadros en las paredes, de hombres famosos por su inteligencia y por sus obras, viejos cuadros de científicos, poetas, escritores, políticos y soldados. En los pasillos hay vitrinas, sillones y mesitas, alfombras y tapices. Unos estudiantes pasan con libros y carpetas. Ainoa explica:

—Como sabes, este palacio es ahora una universidad. En este momento, precisamente, hay varios cursos sobre diferentes temas. Mira, todas las habitaciones son en realidad clases. Esta universidad tiene una biblioteca con muchos libros de literatura española muy raros. Pero ya sabes que en realidad es un palacio, así que es muy bonito y noble, diferente de las universidades modernas.

—Un momento, un momento... te digo que yo conozco este lugar, u otro similar. Todo me resulta familiar.

—¡Magnífico! Aquí hay vitrinas con libros y otras cosas. ¿Quieres mirar?

—Sí... Libros antiguos, monedas...

—De repente, «Javier» ve una cosa que le impresiona. Cierra los ojos y se pone las manos en la cabeza. Mira otra vez en la vitrina y murmura palabras que Ainoa no oye bien. Ella mira atentamente las cosas que están en la vitrina, pero no ve nada especial.

—¿Qué te pasa, Javier? ¿Ocurre algo?

—Recuerdo claramente una cosa, Ainoa. Hay aquí objetos que tienen que ver con mi vida. —¿Qué objetos? ¿Qué es?

«Javier» señala con la mano y Ainoa abre la boca, sorprendida. Las cosas que él señala en la vitrina son una colección de collares, pendientes, anillos y diademas antiguas. Joyas.

 

Fuente: CV.Cervantes.es

  

 

 

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